Summary: | Desde la década de los años sesenta, el crecimiento de la población mundial
ha sido acelerado, por lo que el suministro mundial de alimentos per cápita
tuvo un incremento de 2.200 kcal día-1, en 1960, a 2.800 kcal día-1, en 2009
(Paksoy & Beyhan, 2021). Además, se estima que actualmente el 12,5 % de
la población mundial se encuentra en estado de desnutrición (Food and Agriculture
Organization [fao], 2013) y que para el año 2050 se puede alcanzar
una cifra aproximada a los 9,8 billones de personas (Gorjian et al., 2021). Ante
este panorama mundial, la seguridad alimentaria se ha consolidado como un
factor crítico para garantizar la sostenibilidad alimentaria en el mundo, factor
en que la inversión en agricultura es un componente crucial para superar las
problemáticas mencionadas anteriormente.
En el contexto de la seguridad alimentaria, los invernaderos son una alternativa
para intensificar la demanda continua de alimentos, consolidándose
como un sector agrícola altamente competitivo a nivel mundial (Baddadi et al.,
2019). El objetivo de un invernadero es proporcionar condiciones climáticas
adecuadas para el crecimiento de las plantas y para una alta productividad.
Sin embargo, estas condiciones ambientales son afectadas por los factores
externos, como en el caso de los periodos de invierno o los descensos drásticos
de temperatura en la noche (Bazgaou et al., 2020). Por lo tanto, se debe
recurrir a diferentes fuentes de energía para mantener la favorabilidad de las
condiciones climáticas dentro de estas estructuras.
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