Summary: | El suelo constituye la base de los ecosistemas
terrestres, ya que cumple un
papel fundamental en el crecimiento de
las plantas, la regulación hidrológica,
los ciclos biogeoquímicos y el sostenimiento
de la biodiversidad (Zheng et al.,
2022). Sin embargo, el cambio de uso de
suelo y la intensificación agrícola han
contribuido en su degradación, determinando
la pérdida de la materia orgánica,
la erosión, acidificación, salinización y la
pérdida de biodiversidad. Estos impactos,
en su conjunto, ponen de manifiesto
el riesgo para el futuro y el bienestar de
la población (Kipittke et al., 2019). Esta
presión y los efectos ocasionados por la
actividad agropecuaria sobre los suelos
exigen un enfoque renovado en su gestión
y conservación.
|